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Trump, la hora de América Latina

Por Francisco Santos, periodista y ex-vicepresidente de Colombia * Scroll down to read the English version

Doce de los últimos 16 años fueron un desastre para las democracias del continente en lo que a la política exterior de Estados Unidos se refiere. Primero la región pasó de una dictadura, Cuba, a cuatro y media, Nicaragua, Venezuela, Cuba y Bolivia con México en el camino a serlo. Y segundo en las dos últimas administraciones demócratas, la de Barack Obama y la de Joe Biden se consolidó Venezuela como dictadura, Nicaragua, se volvió dictadura y Mexico puso los cimientos de una dictadura con la mirada cómplice de estos gobiernos.

Es más si profundizamos un poco, vemos como Obama abrió la puerta a una normalización de relaciones con Cuba que solo sirvió a la dictadura cubana quien al final le dio un portazo en la cara a la administración norteamericana pues nunca estuvieron dispuestos a una normalización con una apertura económica y de libertad por muy restringida que fuera. Biden por su parte y quien se decía experto en la región, vio como Nicaragua se convertía en una segunda Cuba y no pasó nada. Además, le facilitó la vida al mafioso dictador Maduro cuando liberó a los sobrinos de su esposa condenados por narcotráfico, liberó al experto en lavado de activos Alex Saab y como si esto fuera poco levantó las restricciones a las petroleras para producir y exportar petróleo desde Venezuela.

El eje autoritario en la región creció sin freno mientras Estados Unidos preocupado por otros líos mundiales no vio el incendio en el vecindario que además toma todos los días más fuerza con el apoyo de China, Rusia e Irán. No se debe por demás descartar el desastre de México y de Colombia donde la democracia en el primero muere mientras en el segundo tambalea por cuenta de un populista que solo llegó al poder para destruir la libertad.

Durante los cuatro años de Donald Trump el discurso contra las dictaduras en la región fue claro y algunas de las acciones también. El apoyo al gobierno interino de Juan Guaidó fue quizás lo más relevante, aunque no se pueden olvidar las sanciones contra Maduro y su corte de mafiosos y la presión en materia de narcotráfico que hicieron a lo largo y ancho del continente incluso con propuestas de bombardear narcos en distintos países.

Llegó Donald Trump al poder con un mandato absolutamente claro y con un Senado y una Cámara en manos de los republicanos. Es más parece que Marco Rubio, senador por la Florida, va a ser nominado como Secretario de Estado y su director de Seguridad Nacional, Matt Waltz, viene de este mismo estado de la Unión, el único por cierto donde el tema de Latinoamérica es importante. El mensaje es contundente, la región va a ser una de las prioridades. Eso si no nos hagamos ilusiones las prioridades van a ser Ucrania, Medio Oriente y China pero la región sale del olvido y el descuido con los valores democráticos y las amenazas a estos que sufrimos durante las administraciones demócratas.

La pregunta esencial es, ¿qué van y qué pueden hacer? De poder las opciones son múltiples sobretodo ahora en el mundo de los drones donde estos juegan el papel de miles de soldados sobre el terreno. Esta opción no se puede o se debe descartar para lograr una salida de la cleptocracia de Venezuela. Es más, acciones como la que utilizaron contra Alex Saab de interceptar su avión en pleno vuelo deben estar sobre la mesa. Que los dictadores, sus secuaces y sus FAMILIAS entiendan que no tienen ningún espacio libre en el mundo si siguen en el poder.

Es más en el caso de Venezuela hay otra opción que debe ser abierta. Subir a 100 o 150 millones de dólares la recompensa por Maduro y su mafia, lo que necesita una decisión del congreso, y que otros se encarguen de entregarlos. Generar esa opción para lograr una salida debe estar sobre la mesa para que incluso dentro de Venezuela esos mafiosos no se sientan seguros.

Lo de Nicaragua va ser distinto. Es muy probable que renegocien el tratado de libre comercio de Centroamérica y saquen a Nicaragua y metan otros países como Ecuador y Uruguay que lo han pedido. De todas maneras la penetración rusa en materia de inteligencia en Nicaragua genera una amenaza que sin duda Estados Unidos va a querer contrarrestar por eso no se debe descartar ninguna acción en ningún sentido. Obvio la prioridad va a ser Venezuela junto a Cuba pero Ortega tampoco está a salvo.

Lo de Cuba va a ser interesantísimo. Es muy probable que le frenen las remesas, lo que le quita gran oxígeno a esa dictadura que hoy tiene al país muchísimo más pobre que hace 60 años. Es más el mismo Marco Rubio hace unos años planteó la necesidad de usar satélites que den señal a los cubanos pues estos con libertad para hablar, para organizarse y para expresarse son una amenaza gigante a esa otra cleptocracia que dirigieron los hermanos Fidel y Raul Castro y hoy dirigen sus descendientes.

Lo de China, Rusia e Irán también se convierte en objetivo estratégico de la política exterior de Estados Unidos hacia la región. México debe entender que las inversiones chinas van a comprometer su seguridad económica e inversiones como la del puerto chino de Chancay en Perú van a tener un alto costo en materia política y comercial.

Finalmente dos temas que van a hacer parte de la nueva administración hacia la región. El de migración que se ha convertido en un instrumento de disrupción por parte de países como Venezuela y Nicaragua. Estos países pasaron de agache en ese tema hasta ahora, pero sumados a la nueva mirada este problema se convierte en un incentivo más para ponerle solución a las “diferencias” que hay con estos países.

El otro tema es el narcotráfico. Ya en la primera administración de Trump desde el Congreso se propuso bombardear a los narcos en México algo que no solo no se debe descartar sino que es muy posible sea parte de la receta en la lucha contra el narcotráfico a lo largo del continente. La mirada complaciente de Biden con este tema se acabó y personajes como Gustavo Petro que aliados con el narcotráfico, por acción o inacción, van a hacer que sus países paguen un alto costo político y hasta comercial. Mexico, una nación al borde de ser un narco estado, también debe entender que esa mirada complaciente que tuvieron los cuatro años pasados ya está en el pasado.

Hay un nuevo aire en la región. La soledad que sentimos los demócratas del continente en esta lucha contra el populismo del siglo XXI y sus patrocinadores extra continentales antes mencionados parece haber terminado. Lo importante es entender que en estos cuatro años y en especial en los primeros dos hay que sentar esas bases para equilibrar la lucha, para eliminar esos agentes nocivos y crear una fuerza imparable de libertad y democracia.

No hay un minuto que perder. Trump ya lo sabe y por eso está nombrando su gabinete con anticipación. A nosotros nos toca lo mismo, estar listos para actuar. Sin temor y sin pausa.

*Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivamente del autor y no representan necesariamente las políticas o posiciones de CCLatam como organización.

 

 

Trump, the Hour of Latin America

By Francisco Santos, journalist and former Vice-President of Colombia *

Twelve of the last 16 years have been a disaster for democracies across the continent in terms of U.S. foreign policy. First, the region went from having one dictatorship, Cuba, to four and a half: Nicaragua, Venezuela, Cuba, and Bolivia, with Mexico on the path to becoming one. Secondly, during the two most recent Democratic administrations, those of Barack Obama and Joe Biden, Venezuela consolidated as a dictatorship, Nicaragua became a dictatorship, and Mexico laid the groundwork for a dictatorship with the tacit approval of these governments.

Furthermore, if we delve deeper, we see how Obama opened the door to normalizing relations with Cuba, which only served the Cuban dictatorship, as it ultimately shut the door in the face of the U.S. administration since it was never willing to normalize relations through economic and even limited freedom. Biden, for his part, who was said to be an expert on the region, witnessed Nicaragua becoming a second Cuba without any significant response. Additionally, he made life easier for the criminal dictator Maduro by releasing his wife’s nephews, convicted of drug trafficking, freeing the money-laundering expert Alex Saab, and, as if that weren't enough, lifting restrictions on oil companies to produce and export oil from Venezuela.

 

The authoritarian axis in the region grew unchecked while the United States, preoccupied with other global issues, ignored the fire spreading in its neighborhood, which grows stronger daily with the support of China, Russia, and Iran. We also cannot overlook the disaster in Mexico and Colombia, where democracy is dying in the former and wavering in the latter due to a populist who came to power only to destroy freedom.

During Donald Trump's four years, the stance against the region's dictatorships was clear, and some actions followed suit. Support for the interim government of Juan Guaidó was perhaps the most notable, along with sanctions against Maduro and his circle of criminals and a strong anti-narcotics stance across the continent, even proposing the bombing of drug traffickers in various countries.

Trump came to power with a clear mandate and a Republican-controlled Senate and House. Furthermore, it seems that Marco Rubio, Senator from Florida, will be nominated as Secretary of State, and his National Security Director, Matt Waltz, is also from this state—the only state where Latin America is a significant issue. The message is clear: the region will be a priority. However, let’s not have illusions; the priorities will still be Ukraine, the Middle East, and China, but the region will emerge from the neglect and

disregard for democratic values and threats to them that we suffered during the Democratic administrations.

The essential question is, what will they do, and what can they do? Many options are available, especially in a world where drones can play the role of thousands of soldiers on the ground. This option should not be dismissed as a means to remove the kleptocracy in Venezuela. Actions like the interception of Alex Saab's plane in mid-flight should be on the table. Dictators, their cronies, and their families need to understand they have no safe place in the world if they remain in power.

In the case of Venezuela, there’s another option that should be considered: raising the bounty for Maduro and his mafia to $100 or $150 million, which would require a congressional decision, and letting others handle delivering them. Making this an option would unsettle those mafiosos within Venezuela.

Nicaragua will be different. It is likely they will renegotiate the Central American Free Trade Agreement and remove Nicaragua, possibly adding countries like Ecuador and Uruguay that have expressed interest. Nonetheless, Russia’s intelligence penetration in Nicaragua poses a threat that the U.S. will undoubtedly want to counteract, so no action should be ruled out. Obviously, Venezuela and Cuba will be the priorities, but Ortega is not safe either.

Cuba will be interesting. It is very likely that remittances will be cut off, which would deprive the dictatorship of a significant financial lifeline in a country now much poorer than 60 years ago. Marco Rubio even proposed years ago using satellites to give Cubans free communication access. With the ability to speak freely, organize, and express themselves, Cubans pose a tremendous threat to the kleptocracy once led by Fidel and Raul Castro and now by their descendants.

China, Russia, and Iran are also becoming strategic objectives of U.S. foreign policy towards the region. Mexico must understand that Chinese investments could compromise its economic security, and projects like China’s port in Chancay, Peru, will have high political and commercial costs.

Finally, two issues will be part of the new administration’s agenda towards the region: migration, which has become a tool of disruption by countries like Venezuela and Nicaragua, and narcotics. These countries have evaded accountability on these issues until now, but with the new focus, migration becomes another incentive to address “differences” with these countries.

Narcotics is the other issue. During Trump’s first administration, there was a proposal in Congress to bomb drug traffickers in Mexico, a measure that is not only still on the table but is likely to become part of the strategy in the war on drugs across the continent. Biden’s lenient approach is over, and leaders like Gustavo Petro, who are allied with narcotrafficking either through action or inaction, will see their countries pay a high political and even commercial price. Mexico, a nation on the brink of becoming a narco- state, must also understand that the leniency of the past four years is gone.

There is new hope for the region. The solitude we felt as democrats in the continent’s struggle against 21st-century populism and its extraterritorial sponsors seems to be ending. The important thing is to understand that, in these four years, especially in the first two, we need to lay the foundations to balance the fight, eliminate harmful actors, and create an unstoppable force for freedom and democracy.

There’s no time to lose. Trump knows it, which is why he is already naming his cabinet. We must do the same: be ready to act, without fear and without delay.

 *The views and opinions expressed in this article are solely those of the author, and do not necessarily represent the policies or positions of CCLatam as an organization.

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