La oportunidad digital de América Latina ante el estancamiento económico
Piero Bonadeo
El recientemente publicado Informe sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (abril de 2025) del Fondo Monetario Internacional ofrece a América Latina y el Caribe una advertencia tan dura como necesaria. El crecimiento proyectado para la región ha sido rebajado al 2,0% para 2025, frente al 2,5% pronosticado anteriormente. Lo que alguna vez pareció una frágil recuperación tras años de crisis se revela ahora como poco más que un espejismo. La historia de México refleja la tragedia más amplia: lastrado por aranceles estadounidenses sin precedentes y una demanda debilitada, ahora se espera que México se contraiga un 0,3% en 2025, una sorprendente reversión respecto a las expectativas anteriores de crecimiento. Brasil, Colombia, Chile y Perú también registrarán cifras de crecimiento anémicas, entre el 2% y el 2,8%. Incluso el Caribe, que experimentó un crecimiento extraordinario tras la pandemia impulsado por el turismo, se proyecta que se desacelere drasticamente. Sin embargo, sería un error considerar estas cifras como simples retrocesos temporales. Las vulnerabilidades crónicas de América Latina —dependencia externa, fragilidad fiscal e ineficiencias estructurales— han quedado al descubierto. Y el entorno global se vuelve cada vez hostil.
Tres cambios sísmicos están transformando la economía global, y América Latina, una vez más, se encuentra peligrosamente desprevenida.
Primero, el orden comercial mundial se está fragmentando. Los aranceles estadounidenses han alcanzado niveles sin precedentes. Las cadenas de suministro se están reorganizando en torno a la seguridad, no a la eficiencia. En este entorno, los países que no logren adaptarse rápidamente y ascender en la cadena de valor quedarán marginados. América Latina, aún dependiente en gran medida de las exportaciones de materias primas y la manufactura de bajo costo, corre el riesgo de quedar fuera de las partes más dinámicas del comercio global.
Segundo, las condiciones financieras se han endurecido drásticamente. La era de las tasas de interés bajas y el capital fácil ha terminado. Para una región cargada de altos niveles de deuda, esto implica mayores pagos de intereses, un espacio fiscal cada vez más reducido y una creciente vulnerabilidad a choques financieros. Ya países como Argentina y Ecuador enfrentan renovadas dudas sobre la sostenibilidad de su deuda. Sin consolidación fiscal e inversión pública más inteligente, más países podrían volver a llamar a las puertas del FMI.
Tercero, y de manera aún más peligrosa, las debilidades estructurales de la región permanecen sin resolver. La productividad está estancada. La inversión en educación, tecnología e infraestructura está rezagada respecto a otros mercados emergentes. Las ventajas demográficas se desvanecen, con poblaciones que envejecen y mercados laborales que no generan suficiente empleo formal. La agitación social, impulsada por la persistente desigualdad y la desilusión política, hierve justo debajo de la superficie.
Sin embargo, en medio de estos desafíos, emerge una oportunidad transformadora —una que va mucho más allá del comercio tradicional: la digitalización de América Latina y el Caribe.
Actualmente, solo dos tercios de los hogares tienen acceso a internet, en comparación con el 91% en los países de la OCDE. Las zonas rurales están aún más desconectadas. Pero esta brecha es precisamente lo que ofrece un potencial tan vasto.
Según el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial, la ampliación del acceso digital se espera que sea uno de los mayores impulsores de la transformación del mercado laboral en la región durante los próximos cinco años. Se considera la tendencia más transformadora en Argentina, Brasil, Colombia y México.
La digitalización no solo es un medio para modernizar las economías; es una puerta de entrada para enfrentar los desafíos climáticos, mejorar los sistemas laborales y sociales, y redefinir el crecimiento.
Se espera un fuerte aumento de nuevos roles —desde analistas de big data hasta especialistas en inteligencia artificial. Los empleos en sostenibilidad proyectan un crecimiento del 29% para 2030. Pero aprovechar esta oportunidad requerirá mucho más que infraestructura: exige una acción urgente para capacitar y recapacitar a la fuerza laboral. El 84% de los empleadores en la región planea capacitar internamente a sus trabajadores. Mientras tanto, culturas organizacionales obsoletas y marcos regulatorios inflexibles siguen siendo grandes barreras, citadas por casi la mitad de los empleadores encuestados.
El impulso hacia el acceso digital, la mitigación del cambio climático y la modernización social ofrece a América Latina una oportunidad poderosa para dar un salto hacia el futuro —pero solo si los gobiernos y las empresas actúan con audacia. La capacitación, la flexibilidad laboral, la inversión en el bienestar de los empleados y la modernización regulatoria deben avanzar de manera simultánea.
América Latina ha demostrado una notable resiliencia en el pasado. Después de las crisis de deuda de los años ochenta, después de la "década perdida", tras los desplomes de los commodities, los países se adaptaron y sobrevivieron. Pero la resiliencia sin renovación eventualmente se convierte en estancamiento.
Los cambios globales de hoy —tecnológicos, geopolíticos y financieros— no son interrupciones temporales. Son realineamientos sísmicos. Los países que se adapten rápidamente podrían dar un salto hacia nuevos sectores y una mayor prosperidad. Aquellos que se aferren a modelos obsoletos se encontrarán aislados, empobrecidos e inestables políticamente.
Las previsiones a la baja del FMI no son solo sobre 2025. Son una advertencia sobre la década que viene. Los líderes —y los ciudadanos— de América Latina deben reconocer que la oportunidad de cambiar el rumbo se está reduciendo rápidamente.
As Growth Slows, Latin America’s Digital Future Emerges as an Opportunity
The International Monetary Fund’s newly released World Economic Outlook (April 2025) offers Latin America and the Caribbean a harsh but necessary reality check. Projected growth for the region has been downgraded to 2.0% for 2025, down from a previously forecast 2.5%. What once seemed like a fragile recovery after years of shocks is revealing itself to be little more than a mirage. Mexico’s story captures the broader tragedy. Weighed down by unprecedented U.S. tariffs and weakened demand, Mexico is now expected to contract by 0.3% in 2025 — a stunning reversal from earlier growth expectations. Brazil, Colombia, Chile, and Peru are all set to post sluggish growth figures hovering between 2% and 2.8%. Even the Caribbean, which saw extraordinary post-pandemic growth fueled by a tourism boom, is projected to slow dramatically. Yet it would be a mistake to view these numbers merely as temporary setbacks. Latin America’s chronic vulnerabilities — external dependence, fiscal fragility, and structural inefficiencies — have been laid bare. And the global environment is only becoming more hostile.
Three significant shifts are reshaping the global economy — and Latin America, once again, finds itself dangerously unprepared.
First, the global trade order is fragmenting. U.S. tariffs have reached unprecented highs. Supply chains are being reorganized around security rather than efficiency. In this environment, countries that cannot quickly adapt and climb up the value chain will be marginalized. Latin America, still largely reliant on commodity exports and low-cost manufacturing, risks being locked out of the most dynamic parts of global trade.
Second, financial conditions have tightened sharply. The era of low interest rates and easy capital is over. For a region burdened with high debt levels, this means increased interest payments, shrinking fiscal space, and increasing vulnerability to financial shocks. Already, countries like Argentina and Ecuador are facing renewed questions about debt sustainability. Without fiscal consolidation and smarter public investment, more countries could find themselves back at the IMF’s doorstep.
Third, and most dangerously, the region’s structural weaknesses remain unresolved. Productivity is stagnating. Investment in education, technology, and infrastructure lags behind other emerging markets. Demographic advantages are fading, with populations aging and labor markets failing to create sufficient formal employment. Social unrest, driven by persistent inequality and political disillusionment, simmers just below the surface.
However, amid these challenges, a transformative opportunity is emerging — one that extends far beyond traditional trade: the digitalization of Latin America and the Caribbean. Currently, only two-thirds of households have internet access, compared to 91% across the OECD. Rural areas are even more disconnected. Yet this gap is precisely what offers such vast potential.
According to the World Economic Forum’s Future of Jobs Report 2025, broadening digital access is expected to be one of the biggest drivers of labor-market transformation in the region over the next five years. It is considered the most transformative trend in Argentina, Brazil, Colombia, and Mexico. Digitalization is not only a means to modernize economies; it is a gateway to addressing climate challenges, improving labor and social systems, and redefining growth.
New roles — from big data analysts to AI specialists — are expected to surge. Sustainability roles are projected to grow by 29% by 2030. But seizing this opportunity will require more than infrastructure; it demands urgent action to upskill and reskill the workforce. 84% of employers in the region plan to upskill their workers themselves. Meanwhile, outdated organizational cultures and inflexible regulatory frameworks remain major barriers, cited by nearly half of surveyed employers.
The drive toward digital access, climate mitigation, and social modernization presents a powerful chance for Latin America to leapfrog into the future — but only if governments and companies act boldly. Upskilling, labor flexibility, investment in employee wellness, and regulatory modernization must all move in tandem.
Latin America has shown remarkable resilience before. After the debt crises of the 1980s, after the lost decade, after the commodity busts, countries adapted and survived. But resilience without renewal eventually becomes stagnation.
Today’s global shifts — technological, geopolitical, financial — are not temporary disruptions. They are seismic realignments. Countries that adapt quickly could leapfrog into new sectors and prosperity. Those that cling to outdated models will find themselves isolated, impoverished, and politically unstable.
The IMF’s lowered forecasts are not just about 2025. They are a warning about the decade ahead. Latin America’s leaders — and its citizens — must recognize that the opportunity to pivot is shrinking fast.