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Los colores de la ciberseguridad en Latinoamérica

de

Carolina Taborda Kruse, Gerente General at CybercSecCluster

“Para gustos, los colores”, decía mi abuela. Ese dicho viene a mi mente cuando intento visualizar y conceptualizar el estado de la ciberseguridad en Latinoamérica, una región tan rica y diversa en cultura, recursos naturales y tradiciones.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas, los latinos representan el 8.2 % de la población global, con una expectativa de crecimiento que alcanzará los 762 millones de personas para el 2056.

Los latinoamericanos, estamos caracterizados por nuestra alegría, nuestro ritmo pausado y relajado de actuar, así como nuestra calidez al tratar a las personas, sobre todo a los extranjeros; somos unidos a pesar de nuestras diferencias. Basta con estar en cualquier lugar del mundo para que, con una simple acción, los latinos nos encontremos y conectemos de inmediato. Podemos ser rivales en las canchas de fútbol y en las competiciones internacionales, pero nos une el deseo de ver prosperar nuestra región y mejorar la calidad de vida en Latinoamérica.
Al trasladar estas características al contexto de la ciberseguridad y la defensa en el ciberespacio, me encuentro con un talento ingenioso y creativo, con una pasión incalculable por proteger lo nuestro. A lo largo de la historia, hemos defendido nuestros territorios, recursos naturales y nuestra libertad de vivir como pensamos que es mejor para nosotros.
La historia nos ha demostrado que esas luchas no han sido sencillas; algunas batallas las ganamos, otras las perdimos, pero siempre a un precio muy alto, aunque necesario para crear un futuro de oportunidades.
En el ámbito de la ciberseguridad, encontramos una región latinoamericana acostumbrada a consumir tecnología, no a desarrollarla. Su adopción tecnológica se ha caracterizado por un "delay" en el diseño e implementación. Aun así, nos estamos sumando a una economía basada en el conocimiento, digitalizada y disruptiva. Algunos de nuestros países están en proceso de transformación digital, mientras que otros están dando las primeras señales de aceleración digital.
Sin duda, este panorama diverso en materia de ciberdefensa hace aún más desafiante el proceso, ya que la digitalización de nuestras naciones no siempre ha tenido una base de ciberseguridad y gestión del riesgo. Esto ha implicado una serie de reprocesos en políticas públicas, regulación e inversión. La oportunidad para los países que aún están en este proceso de adopción tecnológica es aprender de las experiencias de otros para hacerlo mejor.
Nos enfrentamos a una gestión dinámica donde la colaboración, el trabajo en equipo y la confianza son claves para continuar en la carrera de digitalización y asegurarnos de que nadie se quede atrás.

Históricamente, como países, hemos tendido a una gestión más individual, incluso desde nuestra lucha por la independencia. Hoy, el panorama es diferente. La historia nos demuestra que juntos avanzamos más rápido y que la competitividad como región nos beneficia. En esta carrera de digitalización y ciberdefensa ¿tiene sentido que cada país trate de protegerse por sí solo? ¿Existe una infraestructura de ciberseguridad que no esté interconectada con otras?

En un mundo globalizado e hiperconectado, la respuesta es que no. Si bien cada país debe mantener su soberanía y adaptar las políticas y estrategias a su contexto y realidad, la interrelación con el resto del mundo no se puede ignorar. Hoy, no se trata solo de proteger nuestra casa, sino el vecindario completo.

En mi experiencia liderando un clúster de ciberseguridad para la región latinoamericana, la organización del ecosistema es clave para el desarrollo ágil y eficiente de capacidades en ciberseguridad. Esta organización se da con una gestión articulada y colaborativa, donde el respeto y la confianza son esenciales para alinearnos con el mismo propósito: una región más madura en capacidades de ciberseguridad. Michael Porter, en su definición de clúster como un modelo económico de desarrollo, nos plantea un modelo de innovación y competitividad que, combinado con la ciberseguridad, ofrece una estrategia de gran valor para el ecosistema tanto desde el punto de vista del desarrollo económico como de la defensa.
En Costa Rica, ya hemos enfrentado un ciberataque de dimensiones catastróficas para nuestro país. Contribuir a la resiliencia del país es uno de nuestros mayores orgullos. Además, desde el punto de vista de la competitividad, contribuimos a un mercado dinámico, lleno de oportunidades de negocio, empleabilidad e inversión.
El futuro de la ciberseguridad en Latinoamérica pinta de colores, pero en una paleta armonizada donde los países aprendamos a organizar nuestros ecosistemas a nivel local y a trabajar regionalmente en red, donde cada ecosistema aporta sus fortalezas, aprendemos unos de otros, y los contrastes resaltan nuestras destrezas y nos complementan. Siempre con una visión estratégica conjunta. Así, perfilamos un gran bloque colorido y único de defensa para Latinoamerica.

The Colors of Cybersecurity in Latin America

 Carolina Taborda

“To each their own,” my grandmother used to say. This saying comes to mind when I try to visualize and conceptualize the state of cybersecurity in Latin America, a region so rich and diverse in culture, natural resources, and traditions.

According to the Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC) of the United Nations, Latinos represent 8.2% of the global population, with an expected growth that will reach 762 million people by 2056.
Latin Americans are characterized by our joy, our relaxed and leisurely pace of acting, as well as our warmth in treating people, especially foreigners; we are united despite our differences. It is enough to be anywhere in the world for Latinos to find and connect immediately with a simple action. We can be rivals on soccer fields and in international competitions, but we are united by the desire to see our region prosper and improve the quality of life in Latin America.
Translating these characteristics into the context of cybersecurity and defense in cyberspace, I encounter ingenious and creative talent, with an immeasurable passion for protecting what is ours. Throughout history, we have defended our territories, natural resources, and our freedom to live as we believe is best for us.
History has shown us that these struggles have not been easy; we won some battles, lost others, but always at a very high cost, although necessary to create a future of opportunities.
In the realm of cybersecurity, we find a Latin American region accustomed to consuming technology, not developing it. Its technological adoption has been characterized by a "delay" in design and implementation. Nonetheless, we are joining a knowledge-based, digitized, and disruptive economy. Some of our countries are in the process of digital transformation, while others are showing the first signs of digital acceleration. Undoubtedly, this diverse landscape in cybersecurity makes the process even more challenging, as the digitization of our nations has not always been built on a foundation of cybersecurity and risk management. This has involved a series of reprocesses in public policies, regulation, and investment. The opportunity for countries still in this process of technological adoption is to learn from the experiences of others to do it better.
We face a dynamic management where collaboration, teamwork, and trust are key to continuing in the race of digitization and ensuring that no one is left behind.
Historically, as countries, we have tended toward more individual management, even since our struggle for independence. Today, the landscape is different. History shows us that together we move faster and that competitiveness as a region benefits us. In this race of digitization and cyber defense, does it make sense for each country to try to protect itself alone? Is there a cybersecurity infrastructure that is not interconnected with others?
In a globalized and hyperconnected world, the answer is no. While each country must maintain its sovereignty and adapt policies and strategies to its context and reality, the interrelation with the rest of the world cannot be ignored. Today, it’s not just about protecting our home, but the entire neighborhood.

In my experience leading a cybersecurity cluster for the Latin American region, the organization of the ecosystem is key to the agile and efficient development of cybersecurity capabilities. This organization occurs with articulated and collaborative management, where respect and trust are essential to align with the same purpose: a more mature region in cybersecurity capabilities. Michael Porter, in his definition of a cluster as an economic development model, presents us with a model of innovation and competitiveness that, combined with cybersecurity, offers a strategy of great value for the ecosystem from both an economic development and defense standpoint.

In Costa Rica, we have already faced a cyberattack of catastrophic dimensions for our country. Contributing to the country’s resilience is one of our greatest prides. Furthermore, from a competitiveness perspective, we contribute to a dynamic market full of business opportunities, employability, and investment.

The future of cybersecurity in Latin America is colorful, but in a harmonized palette where countries learn to organize our ecosystems at the local level and work regionally in networks, where each ecosystem contributes its strengths, we learn from each other, and the contrasts highlight our skills and complement us. Always with a joint strategic vision. Thus, we shape a great colorful and unique block of defense for Latin America.

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